martes, 24 de julio de 2007

PELOS EN LA LENGUA

Un día, al Sr. X, le salieron pelos en la lengua. Al principio la idea no le pareció del todo desagradable. Cada mañana al levantarse, se lavaba los dientes, se limpiaba bien las orejas, y por último dedicaba con esmero una media hora al orgulloso cuidado de su lengua. La desenredaba y cepillaba largamente. Y después la peinaba.

Raya al medio o al costado, coletas o canutillos eran sólo detalles insignificantes para el Sr. X, que se había transformado en un verdadero coiffeur lingual. Su lengua lucía los peinados más glamorosos y extravagantes que se puedan imaginar (y es que el Sr. X hacía lo imposible por mantenerla siempre acorde a los mandatos de la moda).

¿Con respecto a la gente? Ningún problema. No hay nada que guste más que una lengua decorativa. ¡Y ésta era en verdad decorativa...!: bonita..., actual..., algo lenta... El Sr. X estaba ampliamente satisfecho con el éxito obtenido. Pero pronto, muy pronto, empezaría a ver las desventajas que acarreaba el tener una lengua pilosa.

Así es. Todo comenzó a ir cuesta abajo a partir del 8 de Enero, cuarto creciente. Cuando aquella mañana, como todos los días, el Sr. X se paró frente al espejo del baño y dijo "Aaaa...", enseguida notó que algo raro pasaba: el pelo le había crecido una barbaridad.

Algo pensativo se rascó el mentón. Después abrió el botiquín, sacó una tijera chiquitita y sin pensarlo más practicó en la luenga cabellera de su lengua un prolijo carré. Pero ¡oh sorpresa!, en segundos el pelo volvió a crecer a su largo natural.

Probó con otro corte, sospechando que quizá su lengua rechazaba el anterior por estar algo demodeé. Nada. Entonces decidió trenzarlo y dejarlo caer hacia afuera. Pero enseguida desechó esta última alternativa. La trenza era tan larga que le colgaba hasta las rodillas y su peso no sólo le descajetaba la mandíbula sino que además otorgaba a su cara una expresión francamente boba.

Pasada casi una hora de lidiar con este asunto sin ningún resultado y ya muy retrasado en su salida hacia el trabajo, al final el Sr. X se dio por vencido. Enrolló todo el pelo en un rodete lo más apretado que pudo, lo depositó en su boca y salió.

Pero aquello sería más molesto de lo que creía. Se dió cuenta cuando en la parada del colectivo quiso pedir la hora y no pudo. Un sonido sordo, como una especie de soplido, había suplantado su voz.

El trayecto a la oficina se le hizo interminable. ¿Qué haría si al llegar alguien le preguntaba algo? ¿o si tenía que dar alguna indicación?

Sin embargo, ni mú. Nadie comentó nada al respecto. Lo que es más, pasados unos cinco o seis días su jefe lo llamó a su despacho, lo convidó con un habano que él rehusó con gesto cortés (no porque no tuviera ganas de fumarlo sino porque temía que se le incendiara el rodete), y le comunicó su inmediato ascenso.

Es que el pelo había crecido tanto que ya casi no le entraba en la boca, y para no tener que dar demasiadas explicaciones "SÍ" se había transformado en la palabra preferida del Sr.X.

Jefe, compañeros, parientes y amigos, todos estaban contentísimos con su nueva personalidad. Incluso alguien le dijo que su lengua era una lengua de muy buen gusto, y que "el look rodete" le sentaba a la perfección, y que las pocas palabras le conferían un aire misterioso, y que quería que le prestara mil pesos para comprarse una plantación de sandías.

Pronto la cola de "necesitados" de los ya célebres "SÍ" del Sr. X dio vuelta a la manzana de su casa. El sonido constante del timbre no lo dejaba comer ni dormir. El ovillo de pelo era tan enorme que en realidad hasta el "SÍ" era confuso. Pero los que lo querían sabían entenderlo, no cabía duda...

En el corto lapso de dos semanas prestó casi el total de sus ahorros, cuidó chicos, paseó perros, habilitó su casa para doce demostraciones de Tupperware y para tres fiestas, obsequió un auto a uno que decía ser su primo lejano de Kentucky, y debió soportar la enumeración interminable y detallada de los males de su madre que aprovechó la ocasión para instalarse a vivir con él por nueve días.

El asunto estaba adquiriendo un cariz muy poco afortunado. De hecho aquella mañana mientras se preparaba unas tostadas, el Sr. X estaba pensando justamente en la posibilidad de momificarse con su propio pelo, cuando al estirarse para alcanzar la mantequera, la silla se inclinó demasiado, las dos patas delanteras esquiaron un metro hacia atrás en el piso de baldosas, su mentón dio de plano en el borde de la mesa... y se mordió la punta de la lengua.

"¡¡AUCH!!", dijo el Sr. X. "¡OH!", exclamó al percatarse de que había hablado sin dificultad. "¡¡¡AJJJ!!! ¡¿QUÉ ES ESO?!", gritó encaramándose a la mesa de un salto. El mechón, aún despeinado, se chocó primero con la silla caída, después con la heladera, y desapareció por la puerta abierta de la cocina.

El Sr. X sacó el pie del frasco de mermelada y bajó de la mesa. Se asomó a la calle y lo vio alejarse en dirección al centro barriendo la vereda. Entonces respiró aliviado y enjuagando su pantufla bajo la canilla sonrió. Sin duda aquel sería un muy buen día.-

lunes, 16 de julio de 2007

HOY PUEDE SER SU DÍA DE SUERTE


Inserte una moneda en el CPU y pida un deseo.
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jueves, 12 de julio de 2007

LO MISMO PERO DIFERENTE













sÓLo eS cuEsTiÓn De cAmBiAr aLguNas cOsas De luGar.

sábado, 7 de julio de 2007

VIEJA


jueves, 5 de julio de 2007

NOCHE DE RONDA

La Luna se mata de risa de las banderitas.